De acuerdo a la prensa y partidos políticos, incluso lo dice el gobierno, los sucesos que vienen ocurriendo en Chile desde el 18 de octubre de 2019 son considerados un “estallido social”, eufemismo para definir lo que en la realidad es una revolución, que como toda revolución su meta son cambios estructurales en lo político, económico, jurídico y social. Una revolución sin guerra civil, sin enfrentamiento entre milicias armadas, sin toma del Palacio de Gobierno, pero revolución al fin y al cabo, una revolución de nuevo cuño, donde las redes sociales son el comando central y el pueblo insurgente que se moviliza cada día, por las calles del país, los milicianos que luchan por una democracia y justicia social de verdad, no por migajas, como las que pretende otorgar el gobierno y los empresarios para engatusar el ánimo de los insurrectos. Insurrectos legitimados, en el actual escenario, por la violencia y atropello sistemático a los derechos humanos por parte del gobierno a través de Carabineros, PDI y, en su momento, las FFAA. Insurrectos, además, legitimados históricamente por la violencia y explotación ejercida contra el pueblo, desde 1830 a la fecha, por la oligarquía, los militares y la policía.

La respuesta del gobierno ante la situación de legítima subversión ha sido la violencia (torturas, asesinatos, mutilaciones), la entrega de bonos y la imposición de leyes tramposas, apoyado por la derecha y sectores timoratos condicionados a los grandes empresarios y pertenecientes a la oposición (PS, PPD, DC y algunos miembros minoritarios del FA). A lo anterior se suman la radio y TV (vía matinales principalmente) donde en vez de ir a lo de fondo del conflicto, a las preguntas fundamentales, se privilegia la chimuchina, lo anecdótico, lo “pintoresco”, el lamento cínico de los autollamados “rostros”, cómplices de los políticos y empresariado neoliberal, culpables de las injusticias sociales en el país y causa de los sucesos en curso. La prensa ha intentado bajar el perfil revolucionario a las movilizaciones clasificándolas, directa o indirectamente, de violentistas o terroristas. Es decir, deslegitimando a sus actores como agentes sociales del cambio. Por su parte, los partidos políticos intentan apropiarse del proceso asumiéndose como adalides de una “democracia” que desde 1990 han emporcado. Incluso tuvieron la desfachatez de firmar un “acuerdo por la paz”, como si esta revolución se tratara de un conflicto entre partidos políticos, o un desacuerdo entre el gobierno y los partidos de “oposición”. Otra burda maniobra para intentar que la oligarquía política mantenga sus granjerías. En todo caso, el pueblo ha obtenido un gran logro, impensado antes del 18 de octubre. Ha logrado que se convoque a un plebiscito para generar una nueva Constitución vía asamblea constituyente (“convención constitucional” se usará como término para la papeleta del voto). Ahora, entiendo claramente que hay sectores que no creen en la democracia burguesa (yo tampoco), pero es lo que hay, y dada las condiciones actuales, ese inmenso porcentaje de chilenos que no votó en las últimas elecciones tiene hoy la oportunidad, asistiendo esta vez a votar, de propinar en las urnas una derrota total a la derecha marcando el Sí a la nueva Constitución. Están todas las condiciones para derrotar a la derecha en su propia cancha este 26 de abril. Lo que no significa abandonar la calle, por el contrario, las movilizaciones no deben detenerse hasta conquistar una nueva Constitución. La insurrección no debe cesar hasta que se elijan los constituyentes de manera democrática y dejando fuera a quienes hasta hoy son los culpables de la miseria de los chilenos. Nadie de Chile Vamos tiene ética para ser miembro de la asamblea constituyente. Tampoco la tienen los partidos de la ex Concertación. Chile no puede volver a ser dirigido por la UDI, RN o Evópoli. Hay que erradicar el pinochetismo del país, declararlo fuera de la ley en la nueva Constitución. Por otro lado, no más diablos vendiendo cruces; es decir, no más Franciscos Vidales, Enriques Correas, Andrés Zaldívares, Ricardos Lagos, Eduardos Frei, Ximenas Rincones, Marianas Aylwins, Nicolaces Eyzaguirres, Sergios Bitares, Javieras Blancos, Pepes Authes, Felipes Harboes, Jorges Pizarros, etcétera. No queremos más quintacolumnistas de los empresarios explotadores en la política. No más corrupción.

Tras el triunfo del Sí a la nueva Constitución el 26 de abril, la lucha se concentrará en la elección de los constituyentes, y en esto hay que ser muy claros: Es el pueblo, las organizaciones sociales y los actores independientes los convocados a recuperar el país para todos los chilenos, liberándolo de las garras de los empresarios neoliberales y el pinochetismo para siempre. Es cierto que la elección será bajo la actual ley de partidos políticos, pero eso no los hace invencibles, si todos los insurrectos asisten a votar la derrota de la casta política será total. Es la única manera para que la nueva Constitución declare como derechos constitucionales inalienables la salud, la educación, la vivienda, el agua, la electricidad, el transporte público, los recursos naturales, las pensiones. Esto, acompañado del fin de las AFP y la recuperación de las empresas del Estado privatizadas fraudulentamente por la dictadura cívico-militar y luego por la Concertación.

La derecha sabe que será derrotada y ha comenzado la campaña el terror a través de los medios de prensa y periodistas serviles al sistema. Pero esta vez no les dará resultado, mientras el pueblo siga movilizándose el triunfo estará cada día más cercano. Finalmente, me permito poner en la palestra algunos nombres que considero, por ejemplo, serían un gran aporte como miembros de la asamblea constituyente: Gabriel Salazar (historiador), María Angélica Illanes (historiadora), Luis Mesina (dirigente NO+AFP), Nancy Guzmán (periodista), Felipe Portales (historiador), Alicia Lira (dirigente DDHH), Cosme Caracciolo (dirigente pesquero), Melissa Sepúlveda (ex presidenta FECH), Marco Riquelme (dirigente MPMR), Francisca Millán (abogada), Héctor Llaitul (dirigente mapuche), Sergio Grez (historiador), Roberto Márquez (músico), Nano Acevedo (compositor), Isabel Gómez (poeta).

Avanti popolo

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