Sebastián Piñera emerge como un estratega de este procedimiento. Ocupa y manipula los elementos claves del estallido social, como la subversión en contra de la normalidad capitalista y la construcción identitaria del héroe colectivo (asentado en la primera línea); para posibilitar una aceptación de su precaria política social y sus condenables prácticas represivas. Esto, mediante un discurso que ahora postula una nueva normalidad y emplea un lenguaje bélico para referir a las medidas sanitaria alrededor de la pandemia por Covid-19.
El fascismo tiene una nueva estrategia. La apropiación y vaciamiento de expresiones y conceptos que creíamos eran intrínsecos a las nociones de libertad y democracia.
Desde hace un tiempo podemos evidenciar en Chile y en toda América Latina, una nueva técnica de las derechas extremas, del sistema patriarcal y del fascismo en general. El mecanismo consiste en la apropiación y vaciamiento de conceptos que son propios de las resistencias políticas y grupos contrahegemónicos, defensores de las libertades individuales y de las igualdades de derechos. Me refiero al uso y producción de significados en torno a los derechos humanos, la memoria histórica, la libertad de expresión y la democracia.
Sebastián Piñera emerge como un estratega de este procedimiento. Ocupa y manipula los elementos claves del estallido social, como la subversión en contra de la normalidad capitalista y la construcción identitaria del héroe colectivo (asentado en la primera línea); para posibilitar una aceptación de su precaria política social y sus condenables prácticas represivas. Esto, mediante un discurso que ahora postula una nueva normalidad y emplea un lenguaje bélico para referir a las medidas sanitaria alrededor de la pandemia por Covid-19.
Su nueva fórmula es tensionar al máximo las alternativas democráticas en la elección de cargos representativos de identidades socavadas por las concepciones hegemónicas del neoliberalismo. Un ejemplo de esto, lo evidenciamos con el nombramiento de Macarena Santelices en la dirección del Ministerio de la Mujer -quien fuera sobrina nieta del dictador Augusto Pinochet-.
Esta información que, por sí sola, es chocante, no constriñe solo por el vínculo familiar de la nueva Ministra, sino que el rechazo colectivo se agudiza, a partir de sus declaraciones en torno a la comprensión que tiene del contexto político-social de Chile y de las mujeres en particular.
A pesar de todo aquello, también existía la posibilidad que Santelices fuera una sujeta desprendida de su anclaje familiar y hubiese desarrollado un pensamiento crítico distinto acerca del genocidio propiciado por su tío-abuelo y de esta manera, fuese una persona volcada a la comprensión de las matrices de poder que operan detrás de violadores de derechos humanos.
Ese espacio de duda se disipa rápidamente al revisar sus afirmaciones con relación al estallido social. La actual Ministra se erige como una persona que avala la política represiva del gobierno de Piñera, que además rememora a la dictadura como un tiempo de bonanza para los chilenos y ridiculiza la defensa de los derechos humanos, denotando su absoluta ignorancia hacia las políticas internacionales sobre este tema.
Pero no hay que extrañarse tanto, son recursos coloniales que han estado inmersos en las mentalidades de quienes ostentan el poder y experimentan el patriarcado como su hogar; el aplastamiento y anulación de la otredad cada vez que pretende hacerse visible.
Desde este contexto surge la importancia de las resistencias políticas, territoriales y simbólicas. Allí hay una épica que no es imitable por el poder político tradicional -muy en claro lo han dejado los partícipes de la Oposición partidista chilena, con su nula injerencia durante toda la crisis social-.
La resistencia al poder posee formas que están en permanente cambio, por lo que se asume genuinamente a partir de la pluralidad y diversidad de expresiones. Desde este lugar incógnito para el abusador, provienen Lastesis, con su potencia creativa y transformadora. Desde allí emergen las voces de jóvenes como Ayelén Salgado y Víctor Chanfreau, quienes se han posicionado desde la poderosa consigna ¡No tenemos miedo!. Y a través del mismo espacio actúa la primera línea presente en cada manifestación callejera.
El sentido que moviliza a todos ellos/as no es exclusivamente discursivo, sino que supera con creces a las palabras, seguramente también como una estrategia de defensa ante la cooptación de significantes.
A partir de esta lógica, Macarena Santelices puede ocupar el puesto de Ministra de la Mujer, causando un tremendo desprestigio y retroceso en las políticas de protección y reivindicación de las mujeres, sin embargo, la factibilidad de su nombramiento en una democracia precarizada, no significa otra cosa que los mecanismos de vaciamiento del Estado, están intentado borrar los sentidos compartidos por una inmensa mayoría de mujeres que sabemos que, ni ayer con Plá, ni hoy con Santelices: ¡¡No hemos tenido nunca una Ministra!!.
Fuente: El Desconcierto