Por Alejandro Lavquén | 17/06/2020 |

En la mitología nórdica-escandinava, tras el Ragnarökk, la batalla final donde dioses y demás seres, controladores del poder, sucumben para dar paso a un nuevo mundo donde el ser humano podrá por fin vivir sin desdichas, me parece una analogía ajustada a lo que debe pasar con la casta política chilena para que el pueblo pueda desarrollarse en plena libertad y ser dueño de su propio destino colectivo.

¿Quiénes componen la casta política? La componen los partidos políticos, el gobierno, los grandes empresarios transnacionales, el Parlamento, la Corte Suprema. Instancias que deciden a su arbitrio por quién se debe votar en las elecciones, qué se debe ver en televisión, qué impuestos son los correctos, qué religión es la que debemos profesar, qué debemos leer, qué debemos comer, etcétera.

Los fundamentos de esta casta, y en los cuales basan su derecho para sentirse poderosos sobre los demás, lo manifiestan argumentando que son representantes de nuestra “tradición republicana”. De hecho, el cesado ministro de salud, Jaime Mañalich, ha dicho para justificar en parte su salida: “Es mi deber republicano dar un paso al costado”. Y qué decir de los parlamentarios y dirigentes de partidos políticos, repiten como loros la consigna. Es cosa de ir a los archivos de la prensa nacional para ratificarlo. Lo peor de todos es que esta casta sigue considerando a las fuerzas armadas, explícita o implícitamente, como el bastión moral de la sociedad, siendo que la historia lo desmiente debido a todos sus crímenes contra el pueblo desde 1830 a la fecha. Una nueva sociedad democrática, con su nueva Constitución, debe reformar completamente a las fuerzas armadas.

La casta política está controlada, colonizada por el “republicanismo”, un modo de gobernar que proviene de un mercachifle corrupto como fue Diego Portales, al que le levantan estatuas y le atribuyen virtudes que jamás tuvo. Un ejemplo actual de lo que digo son las declaraciones rastreras de dirigentes del Frente Amplio en pro del “republicanismo” para sacar a Chile de la desigualdad en que vive el ochenta por ciento de su pueblo. Otro ejemplo es cómo el PS, PPD y DC pactan con la derecha opresora, atribuyéndose la representación de todo un país. El “republicanismo” que hoy se convoca no es más que un modelo actualizado del modelo al que se opusieron los igualitarios encabezados por Bilbao, es el modelo que derrocó a Balmaceda y Allende, el modelo que entró a saco en el Wallmapu y exterminó a los pueblos patagónicos, el modelo que permitió las matanzas de obreros y cimentó la República oligárquica con toda su explotación y robos.

Chile no necesita reformas ni maquillajes, necesita un Ragnarökk, no me cabe la menor duda…

Fuente: Rebelion

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