Por Capucha Informativa
Desde que los sismos se pueden medir en escalas, en territorio Chileno se han vivido tres de los terremotos más grandes registrados en el orbe. Y en esta historia sísmica, en Chile han sido varias las ciudades que han debido reconstruirse completamente… No quedó puerto de Valparaíso en 1906, Valdivia quedó en el piso en 1960, poco de Chillán quedó parado en el 1939 y Santiago en el 1570 se desplomó completo.
A este regalo del suelo y sus placas tectónicas de Nazca, hay que agregar las erupciones que van por cuenta de los ochenta volcanes activos que adornan el suelo nacional; y todavía hay que sumar el aporte del clima con sus inclemencias año a año. Y esto solo por parte de la naturaleza.
Imaginemos por un rato que los desastres naturales son lo que las guerras, conflictos e invasiones han sido para otros países. Si consideramos que en cinco minutos un sismo se ha llevado la vida de 3000 personas en chile. ¿Por qué no podríamos sostener esa aseveración?
Un movimiento tectónico podría equivaler a un ataque sorpresivo, y la verdad que ni tan sorpresivo, pero como parece que nunca estamos preparados o no recordamos deber estarlo, siempre nos pilla de sorpresa. Como si no acabáramos nunca por tomar conciencia en el territorio que nacemos. Por cierto que la naturaleza no es nuestro enemigo, pero nos devasta; un asunto mutuo.
Observemos cómo la experiencia bien valorada forja en países que han vivido muchas guerras, cierto grado de determinación y compromisos en sus ciudadanos. Antaño franceses y alemanes se mataron. Hoy se sientan a la mesa a tratar, debatir, negociar y determinar respecto a si mismos y a todo el mundo, porque se volvieron naciones poderosas. Dejaron la visible barbarie y practican la diplomacia.
En el caso nuestro jamás llegaremos a un acuerdo con la naturaleza en ese sentido, sin embargo tenemos a la cordillera de los andes que bien podríamos tomar como un tratado de paz para efectos de las invasiones de las que nos ha librado. Y por el oeste, el océano pacífico se lleva otra tanda de reconocimiento a la de paz otorgada en toda esta ancha y larga costa.
Sin embargo, no hemos aprendido a protegernos de la naturaleza y tomar resguardos. Año tras año se repite una y otra vez el mismo guión. Las calles se inundan, las familias pierden sus enseres como incautos que ignoran el clima en invierno y el clima en verano. Nunca estamos preparados y la respuesta del gobierno siempre es tardía; no ofrece soluciones. No arregla nada o todo lo contrario, desarregla y desagrega.
Y verás: simplemente no es posible creerse que todos los años una copiosa lluvia termine en desastre. No es posible creérselo. Si no hemos aprendido de la experiencia a tomar medidas es porque existe un enemigo interno que lo impide. Acá la acción de los estados y sus gobiernos a través del tiempo tienen un actuar doloso y la culpa no es del cambio climático así lo quiera hacer ver hoy la propaganda generalizada impresa y televisiva.
Abstengámonos por un tiempo a hacer una crítica a la personalidad del chileno y formarle tal o cual carácter apático y señalemos, mejor, todo aquello en lo que redunda que no pueda superarse a sí mismo, ni mejorar las condiciones de bienestar individual ni social. No culpemos que fue aquella mezcla la mala. Porque si es por sangre, en la de reyes, aristócratas, colonos y arios hay sangre asesina, mercenaria y mucho más.
O…
¿Será que los desastres son lucrativos? ¿Será que detrás de cada calamidad, se tejen negocios con la tragedia y con el drama? Sí. Y, la Teletón es un ejemplo de empresa. A pocos les quedan dudas de que no sea así. Y la televisión y los medios escritos han sido el conducto promotor para el negocio.
Imagina la conveniencia de mantener en el despojo a millones de habitantes que sufren las penas de toda clase de desastres, por parte de una administración que se ha asegurado que así sea. Por incompetencia o porque la endogamia de todo tipo les esté pegando duro después de varias generaciones agarrados al poder.
El estado o administración: ya ha observado, que un desastre natural combinado con factores sociales como hacinamiento y una mala respuesta gubernamental asegura el éxito de la tragedia traducido a afectados y muertes, golpeando así una y otra vez a los despojados de siempre.
El estado Chileno hace 140 años, tenía la tasa más alta de mortalidad en Latinoamérica y estaba comprometida la vida de la fuerza laboral. El intendente de aquella época (Vicuña Mackenna) describió a un Santiago inmundo. Un basural en el que en media cuadra contaban docenas de cadáveres de perros, gatos y burros enterrados en el fango.
El estado decidió actuar para remediar. Entonces, los hospitales de acogida se construían con la caridad y beneficencia otorgada por los aportes de la sociedad cristiana. El estado invirtió por entonces en la formación de médicos. Aparece la salud pública y se fortalece la asistencia social. Ya para el año 1950 el estado se convierte en el ente benefactor. Y así el tiempo le demostró a este mismo, que en asuntos de salud pública, es más efectivo atacar las causas de la enfermedad más que sanar sus consecuencias.
¿Qué hizo el estado para prevenir la enfermedad y proteger la salud ante la evidencia? Pues invirtió enormemente en extender las obras públicas de saneamiento e higiene, que implicó llevar el agua a las personas. Amplió la cobertura de agua potable y alcantarillado en los centros urbanos del país y controló notablemente los decesos y mortalidad.
Entonces: ¿por qué hoy tenemos privatizada el agua en chile? Porque chile es el único y primer país en el que el agua está privatizada.
El estado chileno no es inoperante. Tiene herramientas y tiene experiencia. Simplemente re-escribe el destino y especula con el futuro de los desposeídos. Lucra con los desastres y expone a Chile como tierra de experimentos sociales una vez más.