Los representantes de este club exclusivo son Boris Johnson, Donald Trump, López Obrador, Jair Bolsonaro y Sebastián Piñera. Aman la farándula, el enmascaramiento, el simulacro intelectual. Desde el sicoanálisis, ellos caben dentro de lo que se conoce como “personalidad narcisista maligna”. Si agregamos que son gobernantes, estamos en las peores manos. Para decirlo en corto: en la clínica son los pacientes imposibles debido al alto grado de complejidad de su perturbación. No son locos y por eso son imputables.
Sin miedo al error, podemos decir que los representantes de este club exclusivo son Boris Johnson en Inglaterra, Donald Trump en los EE.UU., López Obrador en México, Jair Bolsonaro en Brasil y Sebastián Piñera en Chile. Todos ellos son adictos a lo que Guy Debord denominó la Sociedad del Espectáculo. Aman la farándula, el enmascaramiento, el simulacro intelectual. La sentencia que marca el escrito de Debord es el siguiente: “Todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación”. La política es un gran espectáculo y es la imagen opuesta a la realidad. Desde esta visión se comprenderá la disociación de los partidos políticos de la vida que viven los ciudadanos. Una misma frase se escucha en la aldea global: “¿En qué mundo viven?”.
¿Y por qué están aquí? ¿Quién los necesita?
La respuesta es el neoliberalismo, el modelo que adoptó la idea, y por lo tanto necesita a sus actores y a sus intérpretes. Le son absolutamente pertinentes, más aún necesarios, su fanatismo (pensaban) era la garantía de que el modelo podría continuar. Defensores sin alma, les dirían los teólogos. Este modelo ha mostrado ser el más inhumano de la historia, al mismo tiempo que el más frívolo y banal, y necesitaba de este tipo de personajes que le son absolutamente funcionales.
En los últimos meses aparecen referencias al narcisismo en diversas regiones del mundo sin mediar mayores explicaciones. Desde el sicoanálisis, diré que los personajes mencionados caben dentro de lo que se conoce hoy como “personalidad narcisista maligna”. Si agregamos que son gobernantes, y en consecuencia con un alto grado de poder, podemos acordar con otra reflexión ciudadana en el mundo: “Estamos en las peores manos”. Para decirlo en corto: en la clínica son los pacientes imposibles debido al alto grado de complejidad de su perturbación.
Son portadores de un arsenal de instrumentos malignos del que suelen hacer uso, “sin que les tiemble la mano”, contra la sociedad que juraron proteger. Algunos de ellos: la violencia de la indiferencia, que es acaso la violencia más grave de los últimos años; la falta de empatía; la negación sistemática de la realidad; el desafecto.
Son capaces de transformar a los humanos en objetos, incluidos los más próximos. Dentro de su caja de “instrumentos” malignos cuentan con pensamientos y acciones megalomaníacas que les complace poner en acción.
Son capaces de arrastrar a todo un país al caos al confundir sus distorsiones personales y desplazarlas sobre el territorio, al mismo tiempo que negar las necesidades de los ciudadanos. Sin embargo, saben cómo utilizar la democracia para obtener lo que ellos, personalmente, necesitan.
El desprecio por los demás es otro de los instrumentos del que a diario tenemos noticias. Y debemos aceptar que, debido a sus “dones y talentos”, suelen ejercer una profunda influencia en los grupos que los rodean. Es inquietante observar cómo pueden generar disrupciones masivas sin importarles mucho las consecuencias, a menos que se sientan verdaderamente acorralados.
Son personajes poseídos por tendencias paranoides (híper sensibles, no toleran la crítica y responden atacando), también poseídos por tendencias antisociales (es decir, sin ley y sin orden). El sadismo, del que hacen objeto a su entorno, viene a constituir el síndrome de narcisismo maligno.
Podríamos acudir al concepto de Hannah Arendt, señalando que hoy se propaga por un supuesto mundo globalizado la banalidad del mal. El concepto hace absoluta relación con el narcisismo maligno que exhiben los mandatarios mencionados. Si hay personajes que banalizan y relativizan sus actos son precisamente ellos, los amantes de la sociedad del espectáculo.
Desean ser admirados por los demás al extremo, exhiben sin pudor un amor grandioso para sí mismos. Se encuentran y se presentan convencidos de que tienen derechos a los que a los demás se les niegan. Sí, como los dioses, se instalan por encima de las prohibiciones sociales y culturales. Junto con lo anterior aparecen sus debilidades, ya que por su propia hipersensibilidad se sienten inferiores y todo les llega, todo les hace daño, entonces se victimizan, para luego atacar con todo el arsenal de instrumentos malignos a su disposición.
Han sido y son los máximos representantes del capitalismo salvaje: son los que le rinden honores. La amalgama intrapsíquica de que están constituidos, junto a la posición de poder, los hacen sumamente peligrosos.
Bien sabemos que este club de los Narcisistas Malignos y sus falanges de tanques pensantes intentaron desalojar para siempre las grandes verdades humanas que hoy retornan al espacio social, cultural y mental y vuelven para refundar un mundo después tras la Covid-19 que asestó un golpe mortal al modelo más despiadado de la historia.
Ellos son los que permitieron que el virus se propagara a los sectores que llaman “más vulnerables”, cuando previamente fueron vulnerados. Llegaron siempre tarde a la toma de decisiones en favor de la ciudadanía. La prensa internacional independiente ha dejado el registro de sus acciones deliberadas.
Podríamos decir que la pandemia ha puesto al descubierto otro virus que yacía implícito en el decálogo neoliberal que es necesario descubrir: el darwinismo social, el mercado como un sistema natural sólo para los más “aptos y fuertes”, lo que irradió la idea de la “inmunidad de rebaño” que fracasó en todos lados y permitió el contagio desmedido y cientos de miles de muertos. El darwinismo social se traduce en políticas selectivas, en el abandono de las grandes mayorías y en colocar la economía por sobre la salud de los ciudadanos, lo que se ha evidenciado en los países gobernados por cada uno de los integrantes de este club de Narcisistas Malignos.
Toda relación hecha por usted con algún personaje conocido, y que exhiba algunas de las características señaladas, quiero decirle que no se trata de una fantasía, ni tampoco de una invención: se trata de la realidad superando la ficción.
No son locos. Por eso la buena noticia es que son imputables.
Fuente: El Desconcierto