Por Silvana Gimenez del comedor La Esperanza, Tres de Febrero, zona Oeste del Gran Buenos Aires.

Hace 28 años vivo en el barrio y no hay invierno que no se prenda fuego una pieza. La gente se caga de frío y la mitad del barrio no tiene agua, tampoco luz, ni cloacas. ¿Por qué se incendian? Los pisos son de tierra, y las casas de madera y chapas: en 20 minutos el fuego se llevó tres casas el domingo pasado.

El barrio Esperanza es el más pobre de Tres de Febrero. Tiene 13 cuadras y en ellas vivimos 3.500 familias. Sí, dije familias, y solo el 5% tiene un trabajo mínimamente estable, el resto vive de la chatarra que junta de la basura. Estamos pegados al arroyo y no hay accesos: no entra la ambulancia, la recolección de basura, ni los bomberos, ¡por eso siempre apagamos el fuego entre los vecinos! Pero ahora, que solo salen gotas de la canilla, porque hay sobrepoblación y el agua escasea, ya ni eso podemos.

Con este último incendio, cuando se prendieron fuego las 3 casillas, tuvimos que esperar a los Bomberos. Tardaron media hora en llegar y dejaron el camión a 5 cuadras. El día después vino Defensa Civil: sacó 50 fotos, dejó 10 colchones y 12 botellitas de agua. Desde entonces, no volvieron a aparecer.

Una de las familias a las que se les quemó la casa tiene cuatro hijas adolescentes, que a su vez tienen parejas e hijos bebés. Están parando en lo de un vecino. Otros dos se fueron a nuestro comedor. Una vecina inhaló mucho humo y está internada por quemaduras. Hay una familia que está viviendo debajo de un gazebo ¡a la intemperie! Ellos mismos se comunicaron con el Municipio, pero les clavaron el visto.

Mientras tanto el barrio pasa hambre y nadie comería si no fuese por la olla que sostenemos. Hace unos días llovió y no teníamos dónde cocinar bajo techo. Llamamos a Fernando Ramos, Secretario de Gobierno, para pedirle dos chapas, pero como él ya había comido le pareció una exageración que lo hagan los demás: “¿Cómo van a cocinar los días de lluvia?”.

Lo único que tenemos es la organización vecinal, que apaga incendios, llena ollas y limpia escombros. Justo antes de la cuarentena armamos un grupo, logramos llamar la atención de los medios y les contamos algunos de los tantos problemas que reclamamos en los casi 80 petitorios que mandamos al Municipio. Pero no funcionó. Al Municipio no le gustó y una vez más nos vulneró: nos quitó el único aporte que nos quedaba, la poca mercadería que nos brindaba.

Fuente: La Garganta Poderosa

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