Jackson reapareció en los radares gracias a su anunciada participación en la nueva Internacional Progresista. Esto luego de permanecer en un silencio estratégico que lo camufló en lo políticamente correcto. Así, durante mayo, el referente de la realpolitik “posuniversitaria” se unió a las luminarias de la izquierda globalizada actual (Noam Chomsky, Yannis Varoufakis y Naomi Klein) con lo cual indica dos premisas inevitables. La primera, que el calvo dirigente del Frente Amplio se puede reducir a una traducción infiel e infantil de los proyectos políticos de un occidente en decadencia hace décadas. La segunda, que la bancarrota intelectual y la desconección con la realidad de la supuesta nueva izquierda Chilena es un hecho, encontrando su anhelado nicho en las redes de proyectos desterritorializados y no en los comuneros del Octubre Chileno.
Para entender este fracaso y posterior traición a la lucha nacional, debemos remitirnos a la transición como momento político clave. En las negociaciones para la vuelta a la democracia se acordó un marco de relaciones estatales y sociales que los gobiernos de la Concertación debían respetar como legado directo de la dictadura. Durante los 80, la crisis económica sumada a una creciente convulsión social, pusieron en jaque al régimen de Pinochet. Se llegó a la conclusión de que mantener el modelo económico sin tener que enfrentar las demandas sociales del pueblo chileno, exigiría un sistema electoral democrático desmovilizador de los ímpetus populares. De esta forma, la Transición no significó más que una formalización de las “reglas del juego” neoliberal, reconocidas por los actores políticos oficiales: La clase política, las casta militar y los gremios empresariales. Siendo esta troika un pacto de dominación transicional.
La constitución Guzmaniana revisada y aumentada por la Democracia Cristiana, el Partido Socialista y el Partido por la Decadencia (PPD), se configuró en tanto diagrama del nuevo orden institucional, permitiendo la maniobra política clave para la reproducción del orden neoliberal. Esto es, la facultad de incluir al Pacto actores con la destreza suficiente para incentivar y conservar la desmovilización general de la sociedad, permitiendo el impensado escenario de un gobierno socialista privatizante fiel a los empresarios. La estabilidad de este modelo se mantuvo incólume durante buena parte de la década de los 90 y los 2000, más no pudo resistir las presiones de las demandas sociales acumuladas desde la vuelta a la Democracia y el colapso financiero del 2008, que vino a imponer duras restricciones a la economía chilena. La elección de Piñera en 2010 significó el agotamiento del esquema desmovilizador aplicado por la Concertación y el regreso a métodos más directos de explotación y represión.
De esta suerte, durante el 2011 surge desde el Movimiento Estudiantil el delfín Giorgio Jackson. Aquel año de eclosión social, de alguna u otra manera, prefiguró el Estallido Social de 2019, remeciendo un escenario político vetusto, secuestrado por discusiones tecnificadas y carentes de sentido social. Jackson ocuparía un rol importante como presidente de la FEUC, participando activamente en la discusión por la educación, lo que terminaría capitalizando su ascenso al Parlamento. En otras palabras, la potencia de la movilización social a principios de la década del 2010, permitió a Jackson improvisar un partido en conjunto con la base estudiantil burguesa que le secundaba. Sin praxis ni teoría, el delfín se lanzó al congreso capitaneando Revolución Democrática, una célula oportunista que se creía la renovación de la política chilena fuera de la inercia del llamado duopolio.
Si para el 2010 el Pacto de Dominación ya mostraba indicios de agotamiento, para la elección de 2013 estaba urgentemente necesitado de protagonistas políticos que pudieran sacar a la gente de las calles y restablecer la normalidad neoliberal. Si bien RD aún no era alternativa suficiente para formar gobierno, fue introducido a las esferas del poder, ocupando puestos dentro del Ministerio de Educación durante la administración Bachelet, teniendo la responsabilidad de implementar las reformas educativas que la presidenta había prometido en respuesta al 2011. En una verdadera estrategia de posiciones, Jackson & cia. fueron escalando diferentes niveles institucionales, teniendo nichos en los poderes legislativo y ejecutivo, lo que se sumó a la articulación junto al Movimiento Autonomista, el Partido Humanista y otros grupúsculos progresistas, de una fuerza que aspiraba a la disputa de los espacios de poder al interior del Estado. El delfín ahora ambicionaba ser el próximo actor incluido en el Pacto en compañía del Frente Amplio.
La elección del 2017 fue una medición de fuerzas para el FA de Giorgio. La endeble campaña de Beatriz Sánchez resultó ser suficiente para contender de igual a igual a la Nueva Mayoría, venida a menos con el último gobierno de Bachelet. Incluso el triunfo de Piñera parecía acomodarse a Jackson, abriéndose una posibilidad de competencia con quien fuera su principal adversario el 2011. No obstante al débil desempeño económico, al alza en el desempleo, a la intervención en los liceos, a la militarización de la Araucanía y la tragedia de Camilo Catrillanca, el proyecto de Jackson siguió más preocupado de consolidar poder al interior del Estado, que luchar en las alamedas a favor del poder soberano en contra del paroxismo neoliberal encarnado en Sebastián Piñera.
El 2019 fue la prueba final, y el delfín junto a su Sancho, vieron en el Octubre la plataforma necesaria para inscribir su nombre en la historia de la democracia institucional Chilena, anhelando los viejos triunfos de un Aylwin o un Lagos. Pero de supuesto estadista y salvador profetizado, pasó en cuestión de semanas, a diligente socio del partido del orden. El 15 de noviembre del pasado año, con Boric, Perez & sucia compañia, dieron una estocada a la soberanía popular firmando unilateralmente con la derecha, develando la verdad de Giorgio: él no afirma directamente que “la vida burguesa sea una verdad eterna. Lo dice indirectamente, al divinizar las categorías que expresan en forma de ideas las relaciones burguesas. Toma los productos de la sociedad burguesa por seres eternos surgidos espontáneamente, y dotados de vida propia (…). No ve, por tanto, más allá del horizonte burgués”.
En consecuencia, no es de extrañar que luego de la traición, Jackson y los infames se comprometieran aún más con el orden y la represión, pues desde su posición social le es imposible ver en la nueva cultura política surgida al calor de las barricadas, un aliado o un potencial democratizante, por el contrario, vieron en los mutilados, combatientes y asesinados, una amenaza a su logro más preciado, pertenecer al Pacto de Dominación.
Con todo, Giorgio Jackson, el delfín ungido por la Internacional Progresista, es el fósil del viejo régimen, envejeció tan pronto como ascendió; en el gran diálogo que salió a flote con el estallido, este pulcro político se quedó sin discurso, superado por la inventiva del sentido popular. Chile, con su Revuelta, se adelantó al mundo, mostró una posibilidad de lucha, invisible a los ojos de la bancarrota política occidental. Y él, burgués ejemplar, más en sintonía con la intelectualidad blanca y cosmopolita, negó al mestizo latinoamericano al aplacarse a la tentación liberal, embebiéndose con la grosera y pueril lectura del reformismo que cree en los mecanismos internos del neoliberalismo para su corrección. Giorgio Jackson Drago “hace lo que hacen todos los buenos burgueses (…). Todos ellos quieren lo imposible, a saber: las condiciones burguesas de vida, sin las consecuencias necesarias de estas condiciones”.
La caída es inminente.
Bibliografía:
Marx, Karl. Engels, Friedrich. Cartas, Marx a A. Annenkov, en Obras Escogidas, vol. 2. Akal. España. 2016. p. 478.
Gomez, Juan Carlos. La frontera de la democracia, el derecho de propiedad en Chile 1925-1973. LOM. Santiago. 2004.