Un estudio evaluó el rol de los ecosistemas en la mitigación y el manejo de la pandemia COVID-19 y otras enfermedades zoonóticas (de origen animal). La investigación concluye que por una parte, la degradación de la naturaleza aumenta la probabilidad de transferencia de enfermedades, mientras que la disminución del agua y de otros recursos vitales reducen la propia capacidad de prevención y tratamiento para estas enfermedades.

El estudio se encuentra disponible para su descarga gratuita y enfatiza que las actividades humanas conducen a un ciclo de degradación que tiende a convertir servicios ecosistémicos benéficos en «dis-servicios», exacerbando los riesgos relacionados a enfermedades zoonóticas.

Los servicios ecosistémicos son procesos o recursos de la naturaleza que benefician a seres humanos. En 2005 la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio los agrupó en: 1) aprovisionamiento (la producción de agua o alimentos), regulación (control del clima y enfermedades), apoyo (ciclos de nutrientes o polinización de cultivos) y cultural (espiritual y recreativo).

El estudio indica que el incremento de las interacciones humanas y animales es un factor determinante en la transferencia de patógenos, enfatizando la directa relación entre la salud humana y salud ambiental.

Esta degradación ambiental contribuye también a la reducción de las capacidades de regulación natural de los ecosistemas para limitar la transferencia de enfermedades desde animales a humanos.

El cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la erosión incrementada por actividades humanas, la degradación del suelo, la contaminación y el acaparamiento de agua, entre otras problemáticas, reducen la disponibilidad de recursos de la sociedad para hace frente a una pandemia. La degradación ambiental compromete medidas tales como el lavado, la sanitización que pueden ser claves para prevenir la transmisión de enfermedades de persona a persona.

La degradación de servicios ecosistémicos incrementa la probabilidad de transferencia zoonótica mientras que la disminución del agua y de otros recursos vitales reducen la capacidad de tratamiento para enfermedades. Fuente: https://doi.org/10.1016/j.envsci.2020.05.017

Además, el estudio señala que las medidas para proteger y restaurar ecosistemas constituyen «inversiones en capital fundacional». Esto en alusión a sus capacidades de proveer seguridad sanitaria y oportunidades económicas para la población humana.

La investigación concluyó que los  riesgos de enfermedades zoonóticas están últimamente relacionados con crisis de biodiversidad e inseguridad de aprovisionamiento de agua.

El estudio señala que la necesidad de responder a la pandemia COVID-19 genera la oportunidad de establecer una política sistemática de cambios, donde los servicios que proveen los ecosistemas se posicionen en el centro del debate público como un factor clave para un futuro ambientalmente más seguro.

Fuente: El Desconcierto

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