Es mentira que se pueda hablar de educación y medio ambiente en discursos separados. La mejor educación nos enseña a vivir en sociedad, a respetarnos, anhelo imposible sin inculcar una conciencia medioambiental. El sistema neoliberal promueve el consumo indiscriminado, cuando el planeta pide reducirlo (nuevamente, no solo para “salvar árboles y animales”, sino para no enfermarnos, para no pasar hambre). La economía circular enseña a rechazar lo innecesario, a reducir, a transformar, conectando a personas e industrias.
Cuando hay hambre, cuando hay enfermedad, es difícil pensar en el medio ambiente. Negar esta realidad es obviar la precariedad misma del país y su incapacidad para asegurar los derechos fundamentales de las personas, así como un gesto de indolencia inaceptable. Pero dicho reconocimiento no puede ni debe seguir alimentando una gran mentira, aquella que dice que esta es una temática más, enumerable junto a muchas otras y sin relación directa con problemáticas asociadas a salud, educación u otras demandas sociales.
Es una gran mentira. Porque hablar de hambre, es hablar de las falencias de un sistema de desarrollo no sustentable. Las ollas comunes que hoy vuelven a sostener a miles de familias vulnerables, son inviables en zonas donde el acceso al agua ya está limitado. Si nos impacta el hambre, también debe hacerlo la sequía y el cambio climático, porque éstas son causas de sufrimiento social. ¿Es nuestra agricultura consciente y sustentable? ¿Nuestras plantaciones son compatibles con las características del territorio? ¿Es adecuada la calidad de los alimentos que consumimos? ¿Es conocido y sustentable el origen de esos alimentos? La simple mención del acceso al agua, aquel recurso que en Chile es privado, levanta un gigantesco iceberg de problemáticas sociales cuyas causas y soluciones también son medioambientales.
Es una gran mentira. Porque hablar de muerte y Coronavirus durante esta pandemia es obviar que muchas de las personas en situación de riesgo lo están, precisamente, por no vivir en ambientes sanos. La contaminación del aire, la densidad territorial y la centralización nos han hecho aún más vulnerables a la enfermedad. La tierra, el mar, ríos, humedales y lagos nos muestran, hace años, que vivimos en ambientes contaminados. Las zonas de sacrificio… solo pensar en este nombre es indignante.
Es mentira que se pueda hablar de educación y medio ambiente en discursos separados. La mejor educación nos enseña a vivir en sociedad, a respetarnos, anhelo imposible sin inculcar una conciencia medioambiental. El sistema neoliberal promueve el consumo indiscriminado, cuando el planeta pide reducirlo (nuevamente, no solo para “salvar árboles y animales”, sino para no enfermarnos, para no pasar hambre). La economía circular enseña a rechazar lo innecesario, a reducir, a transformar, conectando a personas e industrias. Si solo la urgencia más visible es
capaz de tocarnos, que sea la basura acumulada en nuestras cocinas y casas por falta de recolectores, la que nos
informe de los basurales y residuos sanitarios al límite en el país.
No hay ninguna reivindicación del “estallido social” que no tenga un componente medioambiental.
Decir NO+AFP no apunta a pensiones capaces de solventar los medicamentos de una vejez enferma y costosa, aspira a vivir bien, en ambientes sanos. Promover la diversidad, implica necesariamente defender la biodiversidad. Pensar una economía social, es conectarse con las condiciones ambientales que la determinan. Levantar la voz de los pueblos originarios es levantar y aprender de sus cosmovisiones. Y esa bandera que flamea en lo alto, una nueva y mejor Constitución, ¿no debería contener una visión del ser humano que reconozca que también es parte de la naturaleza? Las personas nacemos libres e iguales en dignidad y derechos y el ser una especie más entre todas, indica que todas las especies tenemos derechos. Nuestro bienestar depende del éxito de todos/as en conjunto.
La gran verdad es que la sangre de nuestras demandas es el medio ambiente. Es el camino hacia la sociedad que queremos. Mira a tu alrededor, respiramos, nos alimentamos y caminamos sobre él.
Fuente: El Mostrador