Julieta Kirkwood nos devela las enormes dificultades que han tenido y seguimos teniendo las mujeres y los grupos organizados de mujeres para mantener la acción política en el escenario público, así como el hecho de enfrentar día a día la obligación de las tareas domésticas que suponen la reproducción de la vida física y social. Así mismo la autora apela a la constitución de ser sujeta mediante la conformación de proyectos vitales que reúnan búsquedas personales y colectivas en nombre de la igualdad de género. Si algo pudiera agregarse a la obra sería una reflexión acerca de las limitaciones que el proyecto feminista –en tanto constructor de nuevos marcos normativos reproductores de lógicas binarias de identidades, roles y prácticas para hombres y mujeres– supone para el hacer política de las mujeres. Las feministas y los partidos que no encajan en el modelo oficial feminista, y en términos más generales, su articulación con demandas de otros grupos discriminados o excluidos que ya emergían con fuerza en la década de los ochenta. Es decir, una interpretación más amplia del hacer feminista como engranaje de múltiples relaciones sociales, donde la dicotomía opresor/subordinado cobra matices distintos según sea la posición socioeconómica, composición étnica, opción sexual y pertenencia geográfica que tengan los individuos o colectivos. En otras palabras, el feminismo integrado en una red de necesidades y demandas con las que interactúa, lucha y negocia cotidianamente.

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Fuente: Revista Emancipa

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