Si bien la periodista se hizo notoriamente conocida luego de su polémica participación en la efímera reinauguración del mall Apumanque durante la pandemia, no es primera vez que su trabajo periodístico ha causado discusión pública al evidenciar una postura ideológica totalmente funcional a distintos grupos de interés, un claro ejemplo de la forma en que opera el sistema medial chileno bajo la tutela y administración de un régimen económico neoliberal como el chileno.
Editorial Radio Villa Francia
Por Wilson Carrasco González
Sensacionalismo, frivolidad y una particular proclividad hacia el mundo policial son algunas de las características que han marcado la carrera profesional de la periodista de Canal 13, Marilyn Pérez, quien el pasado 30 de abril protagonizó una controversia cuando realizaba una entrevista a una mujer mayor que opinaba respecto a las irregularidades en el pago de licencias médicas de parte del Compin, a la que interrumpió abruptamente para priorizar en ese instante el informar acerca de la también cuestionada reapertura del centro comercial Apumanque en plena crisis sanitaria, medida que fue suspendida al día siguiente por su mismo impulsor, el alcalde de la comuna de Las Condes, Joaquín Lavín.
Este hecho, que fue transmitido en vivo y en directo para el programa Bienvenidos de la estación televisiva administrada por el Grupo Luksic y la consultora española Secuoya, provocó una indignación generalizada a nivel de comentarios en redes sociales virtuales por la falta de compromiso con la libre expresión de la comunicadora, asimismo como lo manifestaron diversas organizaciones del ámbito de las comunicaciones como la Red de Periodistas Feministas y el Colegio de Periodistas de Chile, representado por su presidenta Nathalie Castillo, quien lamentó que «este tipo de situaciones pongan en cuestionamiento el trabajo de la prensa en contextos donde la labor periodística es clave a la hora de comunicar y de garantizar el derecho a la comunicación y libertad de expresión a la ciudadanía”. Reproche social que finalmente -como sucedió durante hace algunas semanas en el centro de Santiago cuando abordó invasiva e irrespetuosamente a algunos transeúntes infraccionados por Carabineros debido al no uso de mascarillas por la pandemia- no tuvo ningún costo administrativo o amonestación conductual para la periodista (salvo un escueto comentario por Twitter del conductor del programa Amaro Gómez- Pablos), ya que los siguientes días Marilyn Pérez ha continuado cubriendo noticias con su mentado estilo amarillista como la bullada fiesta clandestina celebrada en Maipú, la aglomeración de ciudadanos venezolanos acampando frente al Consulado de su país en Providencia o «los sabrosos detalles» –como ella lo anunció– de la detención realizada por la PDI a presuntas personas implicadas en un asalto en el Aeropuerto de Santiago (efectistamente apodado «el robo del siglo»). Todo lo anterior, a pesar de que dentro del canal se había especulado sobre la decisión de sacarla de pantalla por un tiempo.
Sin embargo, las mencionadas situaciones, no han sido la únicas polémicas en que ha figurado Marilyn Pérez durante su incursión como notera de matinales y noticiarios televisivos. Así como ocurrió en noviembre pasado, donde la graduada el año 2002 de Licenciatura en Comunicación Social de la extinta Universidad Arcis, tuvo un altercado con el actor Pablo Schwarz, quien acusó airadamente a ella y al equipo de prensa que la acompañaba de desviar las demandas ciudadanas y poner el énfasis en la violencia generada entre Carabineros y manifestantes durante la revuelta social, como parte de las coberturas noticiosas efectuadas por Canal 13 y el matinal Bienvenidos; mismo programa que paradójicamente durante los últimos años han ocurrido graves situaciones de violencia y acoso sexual que han terminado con varios productores despedidos, además de la salida de una directora por razones editoriales.
Su vínculo con la policía
Por otro lado, la experiencia profesional de esta reportera desde su estadía en el Canal ChileVisión iniciada en año 2002 y que se extendió por 10 años ha estado marcada por su especialización en el frente informativo policial, desarrollando contenidos que destacan por un sensacionalista tratamiento comunicacional en torno a hechos como allanamientos policiales a poblaciones marginadas para detener a grupos de narcotraficantes, asaltos, femicidios, homicidios, entre otros delitos. Trayectoria que le ha valido, además de poseer una relación y comunicación privilegiada con distintas fuentes informativas policiacas, recibir reconocimientos precisamente tanto de la PDI como Carabineros de Chile mediante la entrega de los premios a la «Excelencia Periodística» en los años 2008 y 2009, respectivamente, como parte de los protocolos y ceremonias de agradecimiento que ambas instituciones conceden anualmente a diferentes medios de comunicación y periodistas que colaboran en la difusión de sus actividades.
Cercanía con el mundo de las fuerzas de orden que ha seguido cultivando a partir de año 2014 en Canal 13 a través de la realización de notas que simplemente rayan en la condescendencia y zalamería, como la que llevó a cabo en el año 2018 para el aniversario 91 de Carabineros de Chile, en donde desde el comienzo del contacto en vivo y a petición de uno de los ex conductores del programa Bienvenidos (el periodista Martín Cárcamo) se dedicó –más que otra cosa– a adular el aspecto físico de los funcionarios entrevistados, entre otras banalidades. Pero curiosamente dejando fuera de su informe situaciones que han causado escozor y a su vez generado la desprestigiada imagen pública que desde bastante tiempo vive la institución como la malversación de caudales estatales como el Caso Pacogate (el mayor desfalco ocurrido en la historia republicana de Chile) o las graves violaciones a los derechos humanos en que se han visto envueltos miembros de esta policía (mismos apremios que se han acentuado e incrementado durante el estallido social). Patente falta de objetividad periodística que quedó evidenciada nuevamente a fines de abril cuando 2 carabineros ebrios quedaron detenidos por balear a 10 personas en la comuna de La Florida coincidentemente durante la noche de conmemoración de un nuevo año de la fundación de la institución o la decena de manifestantes y periodistas que fueron aprehendidos arbitrariamente en el centro de Santiago en el marco del durante el pasado Día del Trabajador, noticias que nunca formaron parte de la pauta editorial de las últimas emisiones del programa en que trabaja.
Caso Fernanda Maciel
Sin embargo, probablemente uno de los momentos en que Marilyn Pérez se ha visto mayormente expuesta al escrutinio público por su labor profesional, sin duda, ha sido a consecuencia del tratamiento periodístico que Canal13 –al igual que otros medios– utilizó para informar acerca del crimen de la joven Fernanda Maciel sucedido en el año 2018. Y en donde la periodista, como parte de Bienvenidos, participó de diversas notas y reportajes caracterizados por una aproximación especulativamente sensacionalista en los cuales se recurrieron a fuentes de dudosa reputación para intentar «explicar» las claves de este deleznable acto de violencia de género.
Reporte informativo que incluyó una entrevista que «la periodista en terreno» (como le dicen a Pérez en el matinal Bienvenidos) realizó a un supuesto vidente espiritual que supuestamente podría entregar algunas pistas para esclarecer las causas de la desaparición y posterior muerte de la mujer oriunda de la comuna de Conchalí. Cobertura centrada en una hipótesis bastante prejuiciosa y de nulo fundamento científico y criterios básicos de cualquier investigación periodística seria que, junto a la falta de efectividad en las indagaciones y procedimientos realizadas por la policía y del Ministerio Público en este caso, fueron fuertemente debatidas por la opinión pública y organismos fiscalizadores de contenidos audiovisuales como el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) que, por el mismo caso, terminó formulando cargos en contra TVN por la emisión de un reportaje en donde se exhibió un examen psicológico que dejaba en entrever que la condición social y personalidad de Fernanda Maciel motivó que ella finalmente terminara siendo asesinada por su vecino, lo que fue catalogado por esta organismo como una «vulneración del derecho a la integridad psíquica y honra de los familiares de la víctima».
Los medios como voceros de la mirada hegemónica de la élite
Los antecedentes expuestos, más que cuestionar coyunturalmente el desempeño de una periodista en particular, en este caso de Marilyn Pérez, apuntan a establecer un punto de vista crítico y de complejidad analítica respecto al cómo históricamente los medios de comunicación en Chile, junto con tener los niveles de concentración de su propiedad más altas de la región, y además de implementar campañas de marketing que promocionen los productos y servicios que genera el mercado, han sido permanentemente instrumentalizados por las clases dominantes para desinformar, estigmatizar y reducir culturalmente a los sectores populares de la sociedad a través de una matriz mediática que incluye la elección de periodistas y otros profesionales de las comunicaciones afines a ciertas posiciones políticas de poder y que pertenecen a redes familiares no meritocráticas vinculadas con la élite. Quienes, básicamente, han tenido la misión de transmitir un conjunto de imaginarios colectivos conservadores tendientes a justificar las condiciones de vida precaria que provocan los patrones conductuales y de consumo material –y también de medios de comunicación oficiales– impuestos por los verdaderos dueños del Chile, el gran empresariado, a contar de la administración del sistema normativo heredado por la dictadura de Augusto Pinochet.
En este contexto, se puede señalar que periodistas como Marilyn Pérez, Claudio Fariña, Carlos Alberto López, Emilio Sutherland, entre muchos otros, no son más que la segunda línea de defensa del establishment político y empresarial chileno, quienes a contar de un desempeño profesional bananero y antiético se encargan de construir un clima comunicacional a través de distintos insumos informativos (notas, reportajes, investigaciones, etc.) con el objetivo de criminalizar y tergiversar los síntomas y causas de la pobreza a nivel multidimensional, además de fomentar valores sustentados en la discriminación hacia diferentes minorías sociales como los migrantes, homosexuales, lesbianas, transgéneros, población indígena, etc. Sello profesional de tipo reaccionario y obcecado que finalmente ayuda a influir y penetrar en las subjetividades de las personas especialmente provenientes de estratos sociales de menor pensamiento crítico y afines a doctrinas opresoras y totalitarias, y así, seguir cimentando el camino hacia la legitimación y masificación de concepción de mundo de la clase dominante en una serie de ámbitos que van desde lo valórico hasta lo económico.
Este sistema protección comunicacional, también lo componen principalmente los llamados «periodistas rostros», contractualmente ligados a importantes consorcios periodísticos como Copesa (Grupo Saieh) y El Mercurio (Grupo Económico Edwards), conglomerados radiales como Ibero Americana Radio Chile (Grupo español PRISA) , además de las cadenas televisivas como Canal 13 (Grupo Luksic y española Secuoya), TVN ((Estatal con financiamiento privado), Mega (Grupo Bethia) y ChileVisión, CNN Chile (conglomerado estadounidense WarnerMedia a través de distribuidora Turner Chile), entre otras, y en los que destacan Fernando Paulsen, Constanza Santamaría, Monserrat Álvarez, Iván Valenzuela, Mónica Pérez, Polo Ramírez, Iván Núñez, Matías del Río, Daniel Matamala, Mónica Rincón, Macarena Pizarro, José Luis Repenning, Julio Cesar Rodríguez, Catalina Edwards, Ramón Ulloa, entre otros. Profesionales de la comunicación provenientes principalmente de segmentos sociales acomodados y endogámicos, quienes en distintos niveles de influencia han actuado –ocupando la semántica de la revuelta social– como la primera línea de defensa mediática de la élite a través de comentarios e intervenciones visiblemente displicentes y de sumisión hacia el poder manifestados en sus respectivos espacios laborales (noticiarios y matinales televisivos, informativos radiales, prensa escrita oligopólica) con la finalidad de incidir en la opinión pública principalmente en torno a un constante y férreo disenso en contra de cualquier planteamiento o proyecto de transformación que busque atenuar los efectos de la desigualdad que produce el neoliberalismo como sistema de organización social o, en otras palabras, advertir de manera alarmante y tendenciosa sobre la llegada del apocalipsis si las cosas cambian del rumbo habitual.
¿Y cómo es llevada a cabo esta operación o comparsa comunicacional? Entre otras maneras, elaborando contenidos informativos en que prime el uso de un lenguaje lleno de eufemismos economicistas (como el concepto de «pleno empleo» para referirse a la cesantía o “clase media emergente” a los pobres con acceso al crédito del sistema financiero) y diferentes universos semánticos de tipo religioso (como la frase «hay que sacarse la mugre trabajando» para justificar la explotación laboral), los cuales permitan reforzar las ideas y paradigmas conservadores levantados desde la clase empresarial y la casta política y difundirlas a la opinión pública como una única verdad aceptable y reconocible. Manipulación mediática que tiene su fundamentación en el procesamiento discursivo de primeramente la información recabada y suministrada por la segunda línea de protección del poder (noteros de matinales, reporteros de crónica roja, periodistas de política, etc.), como también de la interpretación de datos cuantitativos y cualitativos extraídos de estudios desarrollados por centros de pensamiento como Libertad y Desarrollo, Centro de Estudios Públicos (CEP), Fundación para el Progreso, además de encuestas realizadas por empresas de opinión pública como Cadem, Adimark, Criteria Research, entre otras; éstas últimas –al igual que todo este soporte comunicacional– financiados por los mismos grupos de interés vinculados mayoritariamente a la derecha política y económica chilena.
Resultados de estos sondeos de opinión que tienen el propósito principal de construir una determinada concepción de realidad, a partir de la estructuración de la llamada agenda setting, herramienta encargada de aludir a la capacidad de las encuestas y los datos e indicadores que contienen para influir en la discusión pública. Utilizando para ello, a los medios de comunicación masivos para establecer convenientemente el conjunto de temas e ideas que las altas esferas de influencia necesitan que sean conocidos y dialogados por la sociedad y los que no tienen esa premura; ejemplo: hablar de una tentativa suspensión del plebiscito constitucional de octubre y no informar de la cifra real de personas contagiadas por COVID-19 en Chile.
La crisis editorial y económica de los medios y la anulación de los medios independientes
Este entramado comunicacional consistente en presentar y tratar noticias citando a los mencionados estudios de opinión, destacando generalmente sus aspectos menos relevantes, aunque sean secundarios, con el fin comercial de provocar asombro o una comprensión tergiversada de la realidad en la opinión pública, ha sido habitual e interesadamente adscrito por la mayoría de los medios de comunicación oficiales para respaldar la visión de sociedad instalada por los señalados grupos de influencia política y empresarial. Engranaje editorial al que se agrega -en varios casos- la no realización de parte de las áreas de prensa de un trabajo de investigación riguroso que contenga pruebas y evidencias fidedignas y probatorias acerca de un hecho de supuesto interés social, asimismo como lo hacen a diario la mayoría de las y los periodistas de primera y segunda línea de resguardo del establishment, quienes finalmente se han transformado en un síntoma más de la grave crisis que hace décadas afecta tanto la televisión abierta y los medios de comunicación en general en Chile a partir del preocupante nivel de deterioro de la calidad de los contenidos informativos que emiten y publican, lo que popularmente es conocido como la “TV basura”.
Reacción en cadena que por otra parte ha terminado por convertirse en el caldo de cultivo de las llamadas Fake news o posverdades, que en la práctica son el claro reflejo y representación más lamentable del mal trabajo periodístico y la correspondiente desacreditación de la prensa ante la sociedad, debido a la deliberada distorsión de realidad que realizan mediante la extirpación o manipulación los hechos objetivos y racionales que la componen. Esto por obedecer y privilegiar las obligaciones y compromisos con las pautas editoriales de sus medios y de las empresas que entregan el auspicio para que éstos funcionen, y en donde se desempeñan laboralmente periodistas que -a lo menos- demuestran una trastocada formación profesional al operar como meros parlantes de los grupos de poder, al replicar constante y superficialmente las negligencias del Estado y las falencias y falsas promesas del mercado respecto a su relación con la ciudadanía. Y, al mismo tiempo, ayudar a lavar la imagen de la clase política, gran empresariado, fuerzas armadas e instituciones religiosas que durante el último tiempo se han visto totalmente desplomada por los innumerables hechos de corrupción y delitos de índole sexual públicamente conocidos.
Posición ideológica que, pese a ser completamente favorable a los mencionados grupos de interés, curiosamente ha generado que una parte importante de la industria de los medios representantes de la oligarquía chilena estén pasando en la actualidad –y desde hace varios años– por la crisis económica más compleja y delicada vivida durante las últimas décadas, expresada en una abismante merma en sus utilidades y, por consiguiente, en miles de despidos de empleados y profesionales de la comunicación.
Trastienda editorial y de gestión comercial de los medios en Chile que sirven para entender, tras la postergada y rezagada importancia que tuvo el tema de los medios de comunicación en la pseudo reconstrucción democrática llevada a cabo durante la transición política, la manera en que se ha limitado de forma oligopólica y hegemónica el derecho a la información y a la comunicación a raíz de la imposición del avisaje empresarial como la única y principal fuente de ingreso para el funcionamiento de los medios de comunicación.
Precisamente este marco de análisis también permite explicar de qué manera la planificación medial predominante en el país tenga un cargado enfoque neoliberal, debido a que una vez más el mercado tiene la prerrogativa prácticamente total de validar la existencia de medios que representen de manera exclusiva la mirada e intereses de la elite por el poder económico que este sector ostenta. Esto en desmedro de otras voces que buscan romper este cerco informativo con el fin de ofrecer una real pluralidad a los medios a través de la entrega de información certera y no manipulada, como lo intentan hacer con muchos impedimentos por ejemplo diferentes radios independientes, comunales y experimentales a lo largo de Chile, las cuales más que ser apoyados por la institucionalidad han sido continuamente censurados y allanados por orden y disposición de la Subsecretaria de Telecomunicaciones acusando muchas veces de manera bastante mañosa de infracción a la “Ley de Radiodifusión”.
Desigual y precarizado panorama comunicacional que finalmente ha generado que se consolide y fortalezca la mirada ideológica anclada en el capitalismo liberal (un Estado mínimo no intervencionista en los problemas públicos) acerca del rol de la comunicación, lo que en definitiva hace que mayoritariamente los medios se dediquen a encuadrar y manipular ciertos hechos o situaciones vinculadas a múltiples disputas doctrinarias y políticas que se producen en el espacio público para imponer y consolidar un pensamiento elitista para que predomine dentro de la sociedad; esto a partir de la difusión de mensajes de reiteración y exacerbación de enunciados falsos y pulsiones populistas generalmente ligadas a autoritarismos, chovinismos, racismos y nacionalismos de corte fascistas. Y cuyo ejemplo probablemente más evidente en la actualidad ha sido la oración «Estamos enfrentando a un enemigo poderoso, implacable, que no respeta nada ni a nadie», frame (o encuadre mediático) acuñado y expresada regularmente por el Presidente de la República, Sebastián Piñera, para distraer la atención de la opinión pública de conflictos de real relevancia como parte de la estrategia comunicacional de su gobierno persistentemente replicada por los medios.
En resumen, este análisis forma parte de un contexto y problemática que lamentablemente ha impedido, prácticamente durante toda la gatopardista democracia transicional, que exista un mínimo de contrapeso mediático fuerte que vaya en la dirección de estructurar políticamente y solventar económicamente un proyecto de comunicación popular sólido, a través de medios independientes autónomos que aporten una lógica contrahegemónica y se encarguen de llevar a cabo de un proyecto de construcción de audiencias que incentive e infunde la necesidad del consumo de información crítica que eduque y ayude a intervenir las subjetividades y sentido común de los oprimidos y colonizados culturalmente por la clase dominante. Y así, a contar de esta nueva conciencia que ha traído consigo la revuelta social, pretender avanzar de manera eficaz hacia una organización social basada en la solidaridad y colaboración que una vez por todas haga retroceder al neoliberalismo de su injerencia sin límites en todos los aspectos de la reproducción de la vida de las personas, en este caso, al derecho a la información efectivamente plural y veraz.