La Defensoría Ambiental presentó requerimientos a las SEREMIs de Salud de 4 regiones donde operan termoeléctricas a carbón, en base a estudios que vinculan contaminación y mortalidad por coronavirus. Los requerimientos tienen por objetivo la paralización de estas industrias contaminantes debido al riesgo sanitario que representan en el contexto de pandemia.

Este jueves 04 de junio, la ONG Defensoría Ambiental presentó requerimientos a las SEREMIs de Salud de las regiones del Bío Bío, Valparaíso, Atacama y Antofagasta. En efecto, en estas cuatro regiones se encuentran cinco zonas altamente contaminadas por acción industrial, reconocidas como Zonas de Sacrificio por el Instituto Nacional de Derechos Humanos, las cuales requieren atención y medidas especiales en este contexto de pandemia.

A través de tal acción jurídica, se pide a las autoridades paralizar las termoeléctricas a carbón y de las industrias contaminantes debido al riesgo sanitario que representan para la población de estos territorios. Considerando que estas familias llevan años respirando aire contaminado, el cual debilita sus sistemas inmune y respiratorio, la Defensoría Ambiental considera que es el principio precautorio que debería regir en contexto de crisis sanitaria por covid-19.

Frente al riesgo de mortalidad y el alto nivel de contagio del covid-19, se declaró alerta sanitaria el pasado 5 de febrero. Un mes después, el Ministerio de Salud, en el  artículo 3, n°22 del Decreto N°4-2020, otorgó facultades extraordinarias a las Secretarías Regionales Ministeriales de Salud del país, para disponer, según proceda, de las siguientes medidas:

“Prohibir el funcionamiento de fuentes fijas comunitarias e industriales que emitan material particulado, así como el funcionamiento de las fuentes fijas particulares que utilicen leña o dendroenergéticos sólidos u otro material sólido combustible, durante los estados de Preemergencia o Emergencia Ambiental (…).”

Ante la gravedad de la situación que viven los habitantes de las Zonas de Sacrificio y la emergencia sanitaria que vive el país, se requiere que el Estado enfrente la situación, desplegando todas las facultades que otorga el ordenamiento jurídico, de manera a proteger los derechos de todas y todos sus ciudadanos, en particular el derecho a la salud y el a vivir en un medio ambiente sano.

Antecedentes científicos sobre covid y contaminación

El Colegio Médico fue enfático en señalar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en febrero de 2019, que en general las “Zonas de Sacrificio” se caracterizan por mostrar “daños acumulativos” debido a que en su mayoría, se encuentran en funcionamiento industrias desde hace más de 50 años. El aire contiene altos niveles de MP10, MP2,5 , O3, NO2, SO2, metales pesados como arsénico, cobre, plomo, mercurio entre otros, hidrocarburos y sus derivados como los compuestos orgánicos volátiles (V.O.C.).

Si bien aquellas industrias permiten favorecer a la economía, esto no se ve reflejado en los recursos e infraestructura médica especializada en las localidades, demostrando que sus sistemas de salud no dan abasto a las constantes alertas de contaminación, señalando que el 92% de las muertes relacionadas con contaminación se producen en países o localidades de ingresos bajos y medianos. Asimismo, la Dra. Fernández señaló que el primer paso es homologar nuestras normas al estándar mínimo establecido internacionalmente, deber estatal aún pendiente.

Recientemente, diversos estudios han vinculado la mortalidad por COVID-19 a la contaminación atmosférica. En el medio de comunicación “La Tercera”, académicas de la Universidad Diego Portales han dado a conocer un estudio publicado por la Universidad de Harvard sobre la relación que existe entre el aumento a la exposición de la mala calidad del aire con el riesgo de muertes por Covid-19 en Estados Unidos (“Exposure to air pollution and COVID-19 mortality in the United States”). En este, concluyen que “un pequeño aumento en la exposición a largo plazo al material particulado fino PM2.5 conduce a un gran aumento en la tasa de mortalidad de Covid-19, con una magnitud de aumento 8 veces mayor que la observada para PM2.5 y mortalidad por otras causas”. Las académicas sostienen que resulta fundamental, en base al principio precautorio, tal como resalta el estudio mencionado, “adoptar medidas inmediatas para mejorar la información que se entrega a la ciudadanía en materia de contaminación, así como para prevenir el empeoramiento de la calidad de aire”.

Los resultados del estudio de la Universidad de Harvard demuestran que una persona que vive durante décadas en una zona con altos niveles de material particulado tiene mayor letalidad por COVID-19 ya que tan sólo un microgramo por metro cúbico de partículas de MP2,5 aumenta en un 8% la letalidad por coronavirus, con un 95% de confianza, siendo estadísticamente significativo y robusto además para los análisis de sensibilidad. Adicionalmente señalan que existe suficiente literatura científica que de manera unívoca establecen que la exposición a largo plazo a MP2,5 afecta negativamente las vías respiratorias y el sistema cardiovascular, provocando variedad de problemas de salud que incluyen muertes prematuras en personas con enfermedades cardiacas o pulmonares, ataques cardíacos no fatales, asma grave, disminución de la función pulmonar y aumento de inflamación e irritación en vías respiratorias, tos y en general dificultad para respirar, lo cual puede exacerbar los síntomas de infección por COVID-19.

La Universidad de Bologna en conjunto con otras instituciones, mediante la investigación titulada “SARS-Cov-2 RNA Found on Particulate Matter of Bergamo in Northern Italy: First Preliminary Evidence” parte de la base de la evidencia científica debidamente referenciada que indica que el material particulado actúa como un portador o transportador de muchos contaminantes químicos y biológicos, incluidos los virus, correlacionando de este modo la contaminación atmosférica y casos de covid-19. El equipo de la Universidad de Bologna analizó muestras de partículas de PM10 en el aire exterior en la provincia italiana de Bergamo, con relevancia industrial, encontrando presencia importante de ARN viral del SARS-COV-2 en 7 muestras de 34. Esto sugiere que, en condiciones de estabilidad atmosférica y altas concentraciones de material particulado, el SARS-CoV-2 podría crear cúmulos con el material particulado exterior, persistir por más tiempo en la atmósfera y estar relacionada su transmisión con las partículas de contaminación atmosféricas.

Finalmente, la Universidad de Cambridge, mediante investigación titulada “Links between air pollution and COVID-19 in England” ha investigado la correlación que existe entre tres contaminantes atmosféricos relacionados con los combustibles fósiles NO2, NO, O3 respecto a la letalidad de covid-19 en zonas de Inglaterra con los más altos niveles de aquellos contaminantes y muertes por el virus. El estudio concluye que en virtud de la vasta literatura científica que ha comprobado la relación entre la exposición a largo plazo a contaminantes ambientales y el desarrollo de enfermedades crónicas y en base al análisis ya señalado, el dióxido de nitrógeno, el óxido de nitrógeno y el ozono son predictores significativos de muerte relacionada con covid-19.

Como es posible apreciar, la opinión científica es bastante enfática y unívoca en señalar que las personas que habitan en zonas que presentan altos niveles de contaminación y gran presencia de industrias que emiten sustancias tóxicas al aire, se ven expuestas a una mayor tasa de contagio y letalidad al tener un sistema inmune afectado, posibles comorbilidades preexistentes y enfermedades crónicas.

Fuente: El Desconcierto

Compartir: