La relación conflictiva entre locura y feminismo es de larga data, cruzada por encuentros y desencuentros entre feministas de distintas vertientes y experiencias.

El principal nudo crítico que existe entre ambos es el afán de un importante sector de feministas que busca despojarse de cualquier subjetividad e identidad y dejo de locura, como principio, para posicionarse como agente con una voz legítima frente a los poderes patriarcales. 

Desde esta perspectiva, la loca, no es sujeta, debido a que no tiene capacidad de razonar, no se encuentra en condiciones de decidir, por lo que finalmente, su palabra no tiene validez, por lo tanto, no es digna de convertirse en una actriz que protagonice la lucha contra la violencia del heteropatriarcado neoliberal. Por eso, previo a una posible participación política, debemos confesar nuestras incomodidades en las consultas de los dispositivos de salud mental de todo tipo. 

En esa negación, afortunadamente ha emergido el feminismo loco, como posibilidad de existencia, resistencia y como lugar de enunciación para las locas que hemos politizado nuestra intimidad, el malestar con el orden social y las violencias vividas en nuestra relación con el aparataje normalizador psiquiatrizante. 

El feminismo loco en latinoamérica es una corriente diversa, plural en construcción que tiene como objetivo reconstruir las sabidurías y experiencia de las mujeres locas, desestabilizando los lenguajes psiquiátricos y patologizadores hacia estas subjetividades que no son dóciles a la norma cuerdista. 

Es un movimiento que valora y resignifica los sentires, emociones, placeres y goces, dolores, la conexión íntima con las relaciones humanas e interespecies y con las ecologías, politizando la dimensión subjetiva y poniendo en el centro; los cuidados, tiempos y necesidades de las personas y los colectivos. 

Se constituye desde el legado de las brujas, en especial de las negras, pobres y  originarias de este territorio que fueron exterminadas por la iglesia y la inquisición, como también, de las locas que fueron acalladas, encerradas y torturadas con el beneplácito de sus familias, curas y los psiquiatras.

Reivindica las sabidurías ancestrales, la espiritualidad y los modos de pensamiento descolonizados como estrategia de ofensiva, resistencia y de recuperación de la autonomía de las mujeres.

Cuestiona que el cierre de los manicomios desmonte las lógicas manicomiales y los manicomios químicos característicos de nuestra época. Por ello, se propone desarmar el aparato psiquiátrico; su institucionalidad, prácticas, lógicas, lenguajes, negocios y su rol en la sociedad mediante la denuncia, la lucha colectiva y la alianza con movimientos sociales como el feminista, mujeres, disidencia sexual y funcional, trabajadores y los pueblos.

Denuncia la industria farmacéutica por enriquecerse en base a las etiquetas que rotulan estados subjetivos y humanos, apropiándose de un falso poder de sanación de las violencias generadas por este sistema violento, excluyente e injusto, cuyo fin no es el bienestar, libertad y autenticidad. 

El feminismo loco se teje en círculos de locas en espacios autónomos y libres de toda tutela que no sea nuestra propia autodeterminación de mujeres que se rebelan o bien no se adaptan a las pautas, comportamientos y estereotipos patriarcales. 

No quiere responder a los parámetros instalados por el modelo capitalista, el mercado transnacional y extractivista, porque lucha contra la explotación del capital. Es anticapitalista. Repudia la opresión de clase social, el clasismo y la discriminación en el mundo del trabajo remunerado, doméstico y de cuidados. 

Se indigna con la patologización de las disidencias sexuales y de género y se hermana con sus luchas.

Rechaza la medicalización de la infancia, adultez mayor y de las trabajadoras (es) exhaustos no tener derecho al descanso y ocio, como también, denuncia al electroshock, que borra la memoria como método de control. 

Se replantea la vida social por fuera de la estructuras de la sociedad teniendo como horizonte un mundo sin capital, patriarcado y descolonizado en la que podamos construir nuestra historia en los feminismos.

Los postulados del feminismo loco en pandemia nos invita a cuestionar todas las violencias que se han intensificado en los estados de confinamientos, hacinamientos, desabastecimientos y vigilancia que nos develan que nuestras subjetividades están insertas en escenarios determinados. 

Fuente: Amarantas

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