Por Capucha Informativa
A más de un año de octubre de 2019, la convulsión social pareciera que dejó su impulso telúrico inicial, para encauzar sus fuerzas en la salida institucional encarnada en el proceso por una nueva constitución. Esto otorgó aire fresco a un régimen exhausto, cuyas herramientas de dominación y control se encontraron arruinadas luego de un mes de intensas movilizaciones. Sin embargo, los heraldos de la realpolitik, temerosos que su condición de clase fuera desposeída del poder, allanaron el camino para apagar todo fuego de disgusto. Una nula oposición al estado de excepción, la reconciliación en torno a un concepto de Paz y una genocida gestión de la pandemia, ha obligado a miles de almas a vociferar las injusticias puertas adentro, gestándose una presión que más temprano que tarde estallará.
Es en este contexto que llegamos a un nuevo aniversario del Día del Joven Combatiente y nos vemos en la obligación de expresar, como todos los años desde 1985, aquella rabia histórica, que hoy es más necesaria que nunca. Y es que ahora, como hace mucho, el pueblo ha vuelto a encarar la opresión e insistir en las verdades que le incitan a luchar, pues razones para levantarse y luchar por la liberación no son pocas.
Recordemos la ilusión económica que, desde 2018, el autoritarismo y el servilismo de la prensa nos han enrostrado. Para septiembre de 2019 más de mil empresas habían iniciado su proceso de quiebra, ad portas del octubre de la revuelta. En aquel momento arreciaba un alza de las bencinas y el transporte, sumado a un costo de vida cada vez mayor, siempre insistiendo en aquel lenguaje tecnocrático sobre las PYMES, olvidando completamente a la mayoría pobre del infausto existir en Chile. En ese mismo año, se presentaron alarmantes cifras de trabajo infantil: hasta 230 mil niños se integraban informalmente a la fuerza de trabajo, a aquella maquinara de reproducción del capital.
No olvidemos que Piñera declaró la guerra cuando el pueblo hizo sentir su malestar acumulado por las continuas humillaciones —suyas y de la llamada Transición a la Democracia—, lo que se tradujo en incontables violaciones de DDHH durante el alzamiento popular de Octubre. Y a pesar del despliegue de represión generalizada por el Estado y la aprobación de leyes represivas, la totalidad del campo político institucional pactó la desmovilización popular por un proceso constituyente desde arriba, resguardando el pellejo a Piñera en el proceso de auxilio del régimen autoritario. Pasado el tiempo, aquella cruda traición a la soberanía popular se expresa en un burdo proceso constituyente en la que la misma derecha golpista compite, así como políticos profesionales concertacionistas y progresistas que pretenden inscribir en la nueva carta fundamental valores universales, siendo que simplemente están imponiendo los valores de una clase tecnocrática alérgica al pueblo y que —muy probablemente— terminen preocupándose más de escribir con lenguaje inclusivo que lograr asegurar derechos fundamentales para el pueblo.
A la traición perpetrada a la soberanía popular para conservar los privilegios de clase, se suma el descontrol casi intencional de la Pandemia. Una vez más la realpolitk —desde el Frente Amplio a la derecha ortodoxa— con reacciones tibias en jugarretas palaciegas, aceptaron una administración asesina que veló por los intereses de los grandes mercanchifles —Juan Sutil y Cia.— y la reproducción del régimen financiero, abandonando a su suerte a millones de chilenos en poblaciones, los cuales con sus propios fondos de pensiones mantuvieron no sólo su subsistencia, sino las exiguas arcas de empresas asociadas a los lustrosos nombres de nuestros gobernantes.
E Incluso en el feminismo, en su versión liberal e infiltrada —directa o indirectamente— por la ideología del régimen, se ha levantado en la palestra mediática como una opción para traer soluciones y de este modo abarcar por completo el debate sobre los feminismo actual; primero posicionando una mujer universal donde no existen otras situaciones que se ven imbricadas en las disímiles realidades, como la vida rural, la clase, etnia, etc. Desde esta forma de entender el feminismo se ven como una solución a la participación política: la paridad, lo que representa sólo una herramienta que una élite política desconectada de la realidad del país puede ver como una acción idónea, lo que a primera vista podría parecer algo inofensivo que al contrario vendría a subsanar una condición de desigualdad en la participación política de las mujeres, sin embargo, es un paso importante sólo para quienes están en el poder.
¿Entre quiénes se va a crear el espacio paritario de debate y deliberación? ¿Tere Marinovic y Marcela Cubillos? La población de mujeres y diversidades sexuales y de género,sigue siendo una población altamente vulnerada y empobrecida, esa situación no va a mejorar con mayor paridad, ya que son las mismas coaliciones políticas que han llevado a la profundización de la desigualdad en nuestro país las que estarán a cargo de solucionar décadas de impunidad y violencias. Sabemos que la institucionalidad asimila las luchas sociales y en este caso el estallido ha sido convertido en un proceso eleccionario de representación de la élite, algo similar ha sucedido con este feminismo que ha invadido los medios con luchas que sólo atañen a quienes ven al individualismo y a la institucionalidad como mecanismos para conseguir una igualdad que únicamente elimina performáticamente las condiciones que nos han llevado a este punto. Esto puede ser riesgoso, al trasladar la atención y energías hacia falsos conflictos que pretenden resolverse con el constante llamado a diálogo, pues cuando éste no se propone desde el ceder poder, los acuerdos quedan supeditados al lenguaje, sin efectos en la realidad. Sin una lucha transversal desde los márgenes por cambios estructurales, la historia se va a seguir repitiendo.
Entonces, comprendiendo que, de la maquinaria estatal y de las utopías progresistas de un liberalismo desgastado y mezquino, el pueblo no va a conseguir más que migajas y premios de consuelo, aprovechamos este Día del Joven Combatiente para llamar a una movilización generalizada desde todos los territorios, a todas las diversidades y a los múltiples pueblos sujetos a la tiranía llamada Chile. Llamamos a enfrentar al Estado oligárquico y las condiciones distópicas que nos impone para su reproducción, a no soltar las calles, a no dejar caer los brazos y a gritar por la destrucción de la máquina, la destitución del tirano y el fin de la tecnocracia.