“Hay diez veces más mujeres que hacen trabajo no remunerado que hombres. Esta diferencia no se debe solo al género, sino también a las diferencias socioeconómicas, y ambas se refuerzan. En una ciudad altamente segregada como Santiago, esa desigualdad socioeconómica y de género tiene una expresión muy nítida en el territorio”, connotan el sociólogo Mauro Basaure y la geógrafa Pía Palacios.
“Nos motiva saber cómo y cuán tiranizados están los diferentes grupos socioeconómicos, y nuestra conclusión fundamental, es que los grupos que están más tiranizados son los de menores ingresos, sobre todo las mujeres. También es importante ver que las personas en edad laboral, digamos, entre 30 y 50 años, son las personas que menos tiempo tienen, por lo que más pobreza de tiempo sufren”, cuenta el académico y director del Programa de Doctorado en teoría Crítica y Sociedad Actual de la UNAB, e investigador del Centro de Conflicto y Cohesión Social (COES), Mauro Basaure, en una entrevista exclusiva a El Mostrador Braga.
La desigualdad ha sido un tema que desde el 18 de octubre ha resonado más que nunca entre todos los ciudadanos de nuestro país. En materia de género, sobre todo en una ciudad altamente segregada como lo es Santiago, la desigualdad socioeconómica tiene una clara expresión territorial, concentrándose las clases altas preferentemente en la parte nororiente de la ciudad y los sectores más vulnerables en la zona sur poniente.
Esta misma diferencia existe en los casos de mujeres y hombres que deben hacer trabajos no remunerados, inequidad que tiene una expresión claramente territorial. El hecho de que mujeres y hombres estén distribuidos por igual en todo Santiago, permite precisamente evidenciarlo.
Así lo determinaron los primeros resultados de la investigación titulada “El territorio de las desigualdades de género y clase”, la cual es una parte de una investigación mayor que busca analizar “¿cómo los diferentes grupos, dependiendo de la clase, el género y la edad, en los diferentes territorios usan su tiempo?”, realizado por el académico e investigador principal, Mauro Basaure, junto con la geógrafa miembro de la Asociación de Geógrafas Feministas de Chile, Pía Palacios, y un gran equipo compuesto por varios especialistas*, en el marco del Proyecto Fondecyt Regular 1191490. Proyecto de investigación que se realizará entre 2019 y 2022.
Trabajo no remunerado
Estas semanas muchas encuestas han develado una sobrecarga laboral en las mujeres, la cual se vio acentuada por este contexto de crisis sanitaria, el trabajo no remunerado es una de las tantas variables que está desigualmente distribuidas en relación con el género, pero la investigación reveló otro dato alarmante: entre más vulnerable es el sector o comuna de Santiago, más mujeres realizan trabajos no remunerados, consistentes en labores domésticas y de cuidado de otros.
El problema principal hallado, es que estas mujeres también son laboralmente activas, esto quiere decir que los trabajos no remunerados le significan una doble o triple jornada, y por ello, una condición de pobreza de tiempo. En cada uno de los territorios locales, el porcentaje de aquellos hombres que realizan trabajo no remunerado, no supera el 4,5% respecto a la población masculina económicamente activa. Y, como lo muestra el siguiente mapa, él trabajo masculino no remunerado se distribuye de forma relativamente equitativa en el territorio, independiente de si el sector tiene más o menos recursos:
Por otro lado, en el caso del género femenino, hay diez veces más mujeres que hacen trabajo no remunerado que hombres. Esta diferencia no se debe solo al género, sino también a las diferencias socioeconómicas, y ambas se refuerzan. En una ciudad altamente segregada como Santiago, esa desigualdad socioeconómica y de género tiene una expresión muy nítida en el territorio.
Hay territorios locales en el Gran Santiago en donde el 45% de las mujeres económicamente activas hacen trabajo no remunerado. Y es precisamente en los territorios con niveles socioeconómicos más bajos donde la tendencia se ve aún profundizada en desmedro de las mujeres. Es el caso de La Pintana, Cerro Navia y Renca. Y es que, aunque la brecha de género sea transversal a las clases, no da lo mismo a qué clase se pertenezca: El trabajo no remunerado recae fuertemente sobre las mujeres de clases bajas.
“Se sabe que las mujeres son las que más trabajo doméstico cumplen, eso es muy sabido, no solamente en Chile, en todas partes y lo que aporta este estudio es mostrar eso con una claridad meridiana en su intersección con el fenómeno de las clases sociales (…) Ahora, parte de las conclusiones de esta parte de la investigación, determinan que las mujeres de clase alta, pese a que también tienen trabajo doméstico, y que este lo realizan mucho más que los hombres, tienen la ventaja de que pueden comprar trabajo doméstico. Compran, entonces en vez de hacerlo ellas, lo externalizan a través de asesoras del hogar, nanas y cuidadoras de adultos mayores. No lo asumen ellas mismas”, explica el académico.
En este sentido agrega que eso es lo que explica, por qué en los sectores altos hay menos trabajo doméstico que en los sectores bajos, “no es porque haya menos trabajo en sí, sino que porque se compra trabajo doméstico”. Entonces, en los sectores donde hay menos recursos, las mujeres evidentemente no pueden comprar trabajo doméstico, ni de cuidado, entonces lo asumen ellas mismas, “y cuando no pueden porque tienen que trabajar, son las vecinas, las abuelas y hay toda una economía de cuidado y de apoyo mutuo que viene a solventar la ausencia de la madre, de la tía, la abuela, etc”, connota Basaure.
En torno a las proyecciones del estudio y los cambios que se podrían dar en el contexto del Covid19, el académico considera que la mancha de sobrecarga de trabajo no remunerado realizado por las mujeres, se expandiría a todas sin mediar según su nivel económico. “Como explicaba antes, el encierro hace que muchas personas que podían comprar trabajo doméstico, y que pueden hacerlo todavía, por cierto, no están recibiendo ese servicio, por lo que sabemos que la desigualdad de género se expandirá también a los sectores altos (…) la brecha de género tenderá a expandirse a toda la ciudad, porque ya no depende del otro factor, que es la posibilidad de comprarla”, proyecta el experto.
Entonces, la variable “clase” desaparece por un momento, pero no porque no esté ahí, sino porque las personas que venden trabajo doméstico, no pueden ir a los lugares a entregar ese servicio, pero es una foto momentánea, “porque cuando todo esto pase y vuelva todo a la normalidad, va a volver a ser igual al mapa que tienen en su poder ahora, que es el mapa de la intersección entre género y clase respecto del trabajo doméstico y de cuidado, por eso lo llamamos el territorio de la desigualdad de género”.
En la misma línea, el estudio concluye que hay una base material muy cierta en los movimientos sociales que buscan justicia social, territorial y el movimiento de las mujeres. La intersección de las desigualdades de género, de clase, con las distribuciones territoriales es un fenómeno que “debe ser estudiado con mayor atención”. Ello con mayor razón después de haber tomado conciencia de que la forma de construir ciudad y la aplicación de políticas adecuadas a la realidad de cada comuna, puede ser una fuente no solo de equidad de género, sino también de cohesión social.
*El equipo completo está integrado por Mauro Basaure (Director Programa de Doctorado en teoría Crítica y Sociedad Actual, UNAB e Investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, COES), Pía Palacios (Geógrafas de Chile), Maya Zilvetti (PNUD); Evelyn Larenas (Ministerio de la Mujer y Equidad de Género); Pedro Güell (Universidad Alberto Hurtado/Universidad Austral) y los ayudantes: Camilo Vera, Daniel Valencia y Andrés Díaz.