Hace poco más de un mes, los servicios de atención primaria de la zona norte de Santiago comenzaron a atender a pacientes contagiados con COVID-19. Según el Minsal se trataría de atenciones respiratorias, pero los funcionarios que trabajan en estos centros aseguran que son prehospitalizaciones que, en el peor de los casos, se prolongarían por varios días. Dirigentes denuncian que los recintos no cumplen las mínimas condiciones para alojar a enfermos y que ellos no cuentan con la capacitación adecuada para enfrentar tamaña responsabilidad.
Lo supieron hace poco más de un mes y tuvieron que adaptarse lo más rápido posible. La instrucción apuntaba a la prehospitalización de pacientes COVID positivos en los distintos servicios de atención primaria de las comunas de la zona norte de Santiago.
La idea se instaló luego de los atochamientos de ambulancias en la urgencia del Hospital San José y la excesiva espera en el ingreso de pacientes que, a veces, se prolongaba por más de ocho horas. Si bien la modalidad se había utilizado en las denominadas campañas de invierno, para sortear el colapso del establecimiento durante el peak de enfermedades respiratorias, esta vez tuvieron que adaptar el servicio a los pacientes con coronavirus.
“Es preferible que estén esperando en un lugar donde puedan tener oxígeno, antes que hacerlo en una ambulancia afuera de una unidad de emergencia. Nosotros tenemos un solo hospital en la zona norte y, efectivamente, si llegan muchos pacientes al mismo tiempo, el establecimiento colapsa”, asegura Soledad Ishihara, directora de Atención Primaria en el Servicio de Salud Metropolitano Norte.
Lo primero que hicieron en los recintos, entonces, fue adaptar parte de la infraestructura como zona de aislamiento para pacientes Covid+. En un SAR (Servicio de Alta Resolutividad) de Conchalí, por ejemplo, habilitaron una sala de box con camillas para atender a los primeros pacientes que llegaron, en su mayoría adultos mayores.
Ishihara asegura que la instrucción de adaptar los servicios bajó desde el Minsal y su objetivo fue ajustar la infraestructura para atención exclusiva como Centro Especial de Atención Respiratoria (CEAR).
Camila, una funcionaria que prefiere omitir su nombre verdadero, recuerda a dos ancianas, de 87 y 93 años, que llegaron la primera semana al Cesfam donde trabaja cuando comenzó a operar el sistema. Una modalidad que los funcionarios, asegura, no han logrado adaptarse debido a que no contaban con las condiciones básicas para trabajar. “Las dos señoras estaban contagiadas y tuvimos que improvisar todo. Imagínate que ni siquiera estaban en camas, si no en camillas. Tú comprenderás que un adulto mayor necesita pañales, se orina y además llevaban más de dos días hospitalizadas”, recuerda.
Una doctora, finalmente, fue quien le compró una colación y las paramédicos le convidaron leche, debido a que el recinto ni siquiera contaba con casino. Tras las quejas de la asociación de funcionarios, el municipio comenzó a enviar jugos, galletones y barras de cereales.
“Al final es una hospitalización, aunque le llamen de otra manera”, asegura Giselle Vera, dirigenta de la Confusam en Conchalí. “Esto nació a raíz de los pacientes retenidos en las ambulancias que aparecieron en televisión. De ahí se inventó esto de dejarlos en los Cesfam, para limpiar la imagen de los hospitales y que se viera como que no habían pacientes en espera”, agrega.
Nada Formal
Claudia Paredes, Presidenta de la Federación Metropolitana Norte de la Confusam, asegura que no existiría un protocolo escrito que ratifique que los Sapu o SAR puedan convertirse en lugares de prehospitalización. “Hice la consulta correspondiente, pero no hay nada formal”, agrega.
“Me parece terrible lo que está pasando, nosotros no tenemos las capacidades técnicas para atender pacientes COVID-19 en estas condiciones. Tampoco tenemos camas acondicionadas como en lo hospitales y los pacientes no tienen acceso a la alimentación que podrían tener en un hospital o a la ropa de cama que se requiere. Entiendo que tenían que ir implementando esta estrategia en la atención primaria, pero no con los costos emocionales, físicos y de estrés que están teniendo los funcionarios hoy en día”, complementa Paredes.
Pamela, funcionaria de un Cesfam que prefiere omitir su nombre pues trabaja a honorarios, cuenta que el nivel de estrés ha sido intenso. “He tenido semanas muy demandantes, he visto morir gente y llegar ancianos cianóticos, con la boca y los dedos morados. Hace dos semanas atrás morían tres o cuatros personas diarias. Pacientes sin PCR que después los pasan por neumonía. Al principio era todo tapado. Ahora cambian todos los días los protocolo y uno no sabe a qué atenerse”, cuenta.
Camila trabaja hace cinco años en un SAR y asegura que el servicio no está ni siquiera a la altura de un Sapu. Cuenta que incluso, hace unas semanas, se les acabó el oxígeno y tuvieron que conectar a algunos pacientes a un implemento portátil y a otro al sistema de oxigenación de una ambulancia. “Se acabó el suministro y un paciente adulto mayor murió a causa de eso”, precisa.
Consultada respecto a las muertes en el servicio de atención primaria, Soledad Ishihara plantea que no tienen una tasa más alta que en otros servicios. “No tengo una información exacta de esas muertes, pero sí las reportamos después en una plataforma para reporte de fallecidos del ministerio”, acota.
Para Gabriela Flores, presidenta de la Confusam, la implementación de servicios de atención respiratoria en la salud primaria tiene que ver con medidas populistas de los propios alcaldes. “Son autoridades que engancharon con el gobierno y empezaron a instalar camillas, sin protocolo alguno, atendiendo a gente por varios días. Puede ser una buena idea, pero los trabajadores no estamos preparados para hospitalizaciones, las salas no tienen calefacción y falta alimentación para darle a los pacientes, que en algunos casos pasan hasta cuatro días hospitalizados”, cuenta.
En caso de gravedad, siempre que la situación lo amerite, el paciente puede ser derivado a un hospital o clínica privada, previa evaluación de un médico regulador. “El regulador traspasa al paciente donde exista posibilidades que lo atiendan, él es la persona que resuelve quienes son los mas críticos y más urgentes para trasladar”, asegura Soledad Ishihara.
Giselle Vera asegura que tras la decisión de derivar a un paciente, se consultan los cupos disponibles y que en el mejor de los casos se resuelve en unas horas y, en el peor, después de varios días. “En ese transcurso de tiempo el paciente puede pasar por un Cesfam, después por un Sapu, de ahí volver al Cesfam o ser trasladado a un SAR. Así puede pasar horas o días”, acota.
Al igual que en la decisión sobre la última cama, son los médicos reguladores quienes determinan cuál de todos los pacientes prehospitalizados puede continuar su recuperación en otro centro asistencial. “En verdad son muy pocos los adultos mayores que están siendo aceptados”, dice Gisella. Luego agrega: “Todo se hace por teléfono de acuerdo a las probabilidades de vida de esa persona. Muchas veces, en la desesperación, llaman al hospital para poder hacer algo por la gente, porque aquí ya no se puede hacer nada más”.
Fuente: El Desconcierto